No existe una lengua de signos a nivel internacional, lo que supone un problema añadido para el problema que se plantea, de igual manera que las personas tienen que aprender diferentes idiomas para moverse por el mundo (aunque el inglés es de uso mayoritario), las personas sordas y/o mudas tienen que aprender diferentes lenguas de signos por cada región que se muevan.
La principal lengua de signos de Estados Unidos (ASL), es una de las más utilizadas con más de 1 millón de usuarios en Estados Unidos, México, Canadá y Reino Unido (además de muchos otros pequeños países caribeños). Pero en España, Francia, Alemania, China, Japón y muchas regiones del mundo, se poseen una o varias lenguas de signos diferentes.
En la edición de 2013 de Ethnologue, una de las principales publicaciones lingüísticas del mundo, se contabilizaron hasta 137 lenguas de signos diferentes.
Otro de los errores comunes es el de intuir que existe una relación directa entre este tipo de lenguas y las lenguas habladas de las regiones donde vivimos. Las lenguas de signos no son codificaciones ni traducciones de palabras usadas en las lenguas orales
De ahí la complejidad de introducir nuevas palabras en el léxico, puesto que en la práctica totalidad de los casos esto requiere de una nueva codificación de gestos capaces de ser entendidos y estandarizados por todos los usuarios de la misma (de igual manera que pasa con las lenguas habladas).
Aunque en España no ha habido, en primera instancia, intentos por trasladar al LSE de algunas de las principales palabras, términos y expresiones más utilizadas como Zasca, Emoji o Selfie; lo cierto es que en otros países como Estados Unidos si que ha habido primeros ensayos por introducir estas palabras al ASL. Hopes&Fears fue una de las primeras webs en proponerse esta reflexión, a través de la visión de diferentes expertos en lingüística. La premisa era sencilla: si el diccionario de Oxford (referente para la lengua inglesa) acepta términos como Photobomb, Selfie, Duck Face o incluso Food Coma, ¿por qué no introducirlos en la lengua de signos de Estados Unidos?
El proceso propuesto (que no posee caracter oficial) tenía una serie de pasos básicos:
- En primer lugar, analizar los diccionarios visuales de las principales lenguas de signos de todo el mundo, para poder descubrir si existe algo parecido como base para el nuevo término o evitar conflictos que puedan suponer un problema de entendimiento.
- A continuación, una investigación cualitativa de una serie de personas mudas y/o sordomudas usuarias de la ASL con el fin de averiguar si ellos han creado sus propios signos para comunicar estas palabras en el día a día y conocer sus insights al respecto.
- Por último, generar un posible signo o conjunto de signos para expresar los términos y publicarlos en la red para el escrutinio de miles de personas.
Este último paso era el más importante puesto que, como define la RAE, la lengua la hace el uso y no la normativa. Si los propios usuarios de la ASL no estaban de acuerdo con la codificación sugerida, la cambiarían para adaptarla a su uso o incluso directamente no sería usada.
La creación de signos definitivos es muy difícil, requiere mucho tiempo y un consenso entre todos los usuarios; explicó Douglas Ridloff, actor especializado en ASL y educador en esta lengua de signos. En términos lingüísticos, la historia nos ha demostrado que el proceso de formación de nuevas palabras (en este caso, a través de los gestos) debe realizarse en forma de cono: un gran número de usuarios usan varios términos similares para explicar un concepto, a continuación (a modo de selección natural) se tiende a usar uno de forma mayoritaria frente al resto y en última instancia, es un organismo oficial quien tiende agreglarlo y formalizarlo para su inclusión en el diccionario de referencia de una lengua.
«La introducción de nuevos términos en la LSE es muy sencillo si partimos del hecho de poner a la misma altura esta lengua con respecto al español hablado», recalcó Eva. Lo cierto es que, dejando a un lado las características propias de la lengua de signos, la aceptación de nuevos términos sigue un esquema muy similar: la propia comunidad es quien sugiere nuevos signos a través de su uso mayoritario. «Un ejemplo muy interesante fue la evolución del signo para designar «Euro». Comenzaron a utilizarse variedad de signos y al final se acabó estandarizando uno de forma natural. El lenguaje está vivo y son los usuarios quienes lo hacen evolucionar.
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